sábado, 12 de septiembre de 2009

Mi Lelio... mi matalobos... mi Lestat

Vale, estaba bien que hubiera accedido a irme de viaje con Lestat.
Vale, estaba bien que hubiera decidido por su cuenta que nos iríamos de viaje junto a Marius, Pandora y Armand a Europa.
Vale, estaba bien que no objetara nada y tuviera que soportar la presencia de Louis pegado a Lestat todo el tiempo.
Pero esto, esto si que no estaba bien, en absoluto.
- Hola, y buenas noches a todos. Mi nombre es Gabrielle y voy a ser vuestra azafata en este vuelo.
Desde que la madre de Lestat había visto por primera vez un avión, había quedado enamorada de estas gigantescas máquinas voladoras, y como se unió al viaje en el último momento, la única forma de que viajara con nosotros había sido desapareciendo a la azafata de primera clase (Pandora se encargó de ella) y así Gabrielle ocupar su lugar.
- Hola mamá.- exclamó Lestat agitando su mano para saludarla
- Cariño, ahora no, estoy trabajando.
Había dos cosas que tampoco me gustaban de este viaje.
La primera es que no entendía porque teníamos que viajar en un avión público, teniendo el avión privado de Lestat. Allí podríamos ser nosotros mismos, ya que sus trabajadores estaban más que acostumbrados a las excentricidades del cantante, y no pasaría nada. Pero gracias a la magnífica intervención de Marius, alegando que un viaje con humanos sería mucho más interesante, nos encontrábamos en un asqueroso avión de Iberia, que a pesar de estar en primera clase, nos rodeaban bastantes mortales, haciendo que el vuelo se tornara insufrible al tener que estar fingiendo incluso en un viaje de placer, como había nombrado Lestat.
Y la segunda, no me gustaba en absoluto como habían sido repartidos los billetes, haciendo que la colocación a la hora de sentarnos resultara, para mi y Armand, horrible. Pandora y Marius viajaban juntos, después Lestat y Louis junto a un humano y después Armand y yo. Obviamente, el pelirrojo y yo no parábamos de lanzar miradas rápidas a los otros asientos, vigilando los movimientos de nuestros compañeros .
Gabrielle terminó con su gran explicación, en la cual dedicó unos minutos en hacer publicidad a su hijo. Tras esto, había tomado con gran responsabilidad su nuevo trabajo como azafata y se ocupaba de todos los ocupantes por igual, aunque, por que ocultarlo, se pasaba cada poco a charlar con Lestat y Louis.
- ¿Quieres un poco?
Giré la cabeza, apartando la mirada de ese rubio para mirar al pelirrojo que tenía a mi lado, que me ofrecía una gelatina de sangre:
- Merci
Se encogió de hombros ofreciéndome una torpe sonrisa antes de comenzar a comerse la suya. Todos estábamos muy agradecidos a Bianca al habernos dado aquella creación suya para el viaje. Al estar frías el sabor no era muy bueno, pero la verdad es que calmaba la sed a una velocidad sorprendente.
El tiempo transcurrió despacio, como intentando deleitarnos con su transcurso siempre rápido para nosotros, excesivamente rápido, y ahora intentara que disfrutáramos de su lentitud.
Me quedé ensimismado durante bastante rato, no por el aburrimiento del viaje, si no para poder controlarme y no mirar cada dos minutos a Louis y su mano entrelazada con la de el que fue mi pareja.
Lo que me sacó de ese sopor, fue un pequeño grito por parte de Pandora. Giré y posé mi mirada en aquella antigua pareja. Nuevamente estaban discutiendo. No sabía como era su relación cotidiana, pero según Sybelle cuando nos despedimos de ella dijo que desde que se planeó este viaje discutían más que antes. Aquello estaba subiendo de volumen, y Marius al percatarse de ello decidió ponerle fin con un “Tú tenías razón” y un beso en los labios de labios de su esposa.
De pronto sentí un leve temblor en mi pierna, y me di cuenta que había sido la rodilla de Armand al moverse. Este tenía los ojos clavados en la pareja, y su mirada era inescrutable, pero por su respiración agitada pude notar su incomodidad.
- Mirarles no te aportara ningún beneficio.- dije tranquilamente
El joven inmortal me miró a los ojos y suspiró:
- Vivo con ellos, esto para mi es pura rutina diaria
Asentí y el hizo lo mismo. Creo que era lo único bueno que estaba rescatando del viaje, el poder sentarme con Armand. Ambos nos entendíamos muy bien, y a pesar de que mi vida estuvo a punto de ser destruida por su culpa, me sentía a gusto junto a él. Su compañía era muy agradable.
Levanté la mano y tomé con delicadeza una de sus ligeras ondulaciones de su suave cabello rojizo y jugueteé con ella dulcemente, mientras Armand cerraba los ojos y sonreía relajándose con la caricia.
En esos momentos costaba creer que hubiera sido el líder del Teatro:
- Si te pones el Mp3 te distraerías un poco.
- Me lo he dejado en la maleta.- murmuró abriendo los ojos
Rebusqué en mis bolsillos y saqué mi Mp4 que aquellas navidades Maharet me había obsequiado, y tras poner música clásica se lo tendí a Armand:
- Gracias Nicolas.- susurró dedicándome una sonrisa inocente mientras se colocaba los cascos mirando por la ventanilla.
Faltaba poco para el amanecer, y a pesar de que Pandora había previsto eso reservando unos asientos al final del avión donde Gabrielle había acomodado para que no penetrara ni una mínima luminosidad y pudiéramos dormir hasta el aterrizaje, me sentí un poco nervioso. Y tal vez por ese mismo nerviosismo me dediqué a mirar cautelosamente a Lestat y Louis más que antes.
He de reconocer que hacen una pareja estupenda. Ambos se complementan perfectamente.
La luz cegadora de Lestat seguía existiendo incluso con más fuerza que antaño, y Louis, a pesar de su negativa y pesimismo, poseía una cálida luz que era como un regalo del cielo que tanto amaba Lestat. En cambio yo, seguía poseyendo la misma oscuridad que buscaba con desesperación la luz del rubio y que esta no necesitaba para nada.
Desde mi regreso del más allá, como llamaban algunos, todos me habían colmado de atenciones y habían esperado pacientemente a que yo solo narrara mi historia de cómo sobreviví a las llamas y volví a la vida. En cuanto Lestat se enteró de mi vuelta, corrió a mi encuentro y me brindó todo su cariño. Pero no era como antes, ni siquiera vivíamos juntos. Pues en todo este tiempo de ausencia, Lestat había estado con mucha gente y ahora su pareja oficial era Louis, como lo había sido durante setenta años junto a Claudia.
Ahora solo me dedicaba sus besos y caricias intimas cuando por algún casual se le apetecía venir a visitarme con la excusa de escucharme tocar el violin. Ahora solo me necesitaba cuando quería placer carnal conmigo y rememorar viejos recuerdos. Para lo demás, su amante era Louis y yo solo era un viejo amigo de su época humana.
Y todo eso, que maquillaba y ocultaba fingiendo simplemente ser mi ironía y cinismo de siempre, se clavaba en mi ser como mil dagas ardientes.
Entonces me percaté de que los azules ojos de él se habían quedado posados en los mios, descubriendo mi espionaje a su animada charla con Louis. Aquellos trozos de cielo me traspasaron. Noté mis ojos humedecerse, y antes de que ningún humano viera teñirse mis mejillas de lágrimas de sangre, me levanté y lo más rápido que pude sin llamar la atención me encerré en el baño.
Me eché agua en la cara para tranquilizarme y respiré hondo, pero cuando me enderecé vi en el espejo como Lestat entraba en el cuarto y cerraba con cerrojo la puerta tras si:
- ¿No puedo tener ni un momento de intimidad en el servicio, Lestat?
- Estabas a punto de llorar
- No es cierto
- Lo es, tenías los ojos mojados
- Mentira
- Nicolas, por favor, no seas crio.- dijo mientras me asía de los hombros y me giraba para mirarnos a los ojos y no a través del reflejo del espejo
- No eres el más propicio en decir esa frase, Príncipe Malcriado
- Oh, Nicolas, por dios, ¿qué te pasa?
No pude callarme más y estalle.
- ¿Qué qué me pasa? Me pasas tú ¡Tú eres el causante de todo! ¡Por tu culpa estoy así! ¡¿Siempre tienes que ser el protagonista de todo?! De todo… de todo… ¡Estoy harto de depender de ti! ¡Qué toda mi existencia la regules tú! ¡Estoy agotado de solo pensar en ti! Ya no lo soporto más… no… no….
Y perdí el control comenzando a llorar amargamente. Ya no podía contenerme más y miles de lágrimas bajaban por mi rostro cayendo a raudales dejándome caminos rojos por mi blanquecina piel.
Odiaba llorar, mostrar mis debilidades, y más si era delante de él. Pero ahora era incapaz de contenerme. No podía parar de llorar. Intenté decir algo, cualquier cosa, pero las palabras se me estrangularon en la garganta. Comencé a temblar y me abracé a mi mismo como si tuviera frio. Cerré los ojos con fuerza deseando desaparecer.
Escuché decir mi nombre varias veces, pero nada de eso pudo contener mi llanto.
- Lo siento muchísimo, mi vida, perdóname
Aquello hizo que durante unos instantes callara, para después volver todavía con más fuerza.
Era estúpido lo que hacía, yo ya había perdido mi oportunidad hacía muchos años. Le había perdido a él, y ahora le pertenecía a Louis. Lestat nunca me había necesitado, y ahora muchísimo menos. Pero eso no hacía que disminuyera mi dolor.
Entonces me acercó a él y me abrazó con fuerza, queriendo protegerme de todo con sus brazos. Hundió una de sus delicadas manos entre mi rizado cabello y se concentró en penetrar en mi mente y recorrer todos y cada uno de los recovecos de esta para intentar comprenderme y entender mi dolor.
Tuve ganas de gritarle “¡No desnudes mi mente!” pero de lo único que fui capaz fue de enterrar mi cara en la curvatura de su cuello y aferrarme a él con fuerza mientras me desahogaba como no lo había hecho en años.
Lentamente me fui calmando hasta que solo quedaron pequeños temblores. Lestat me separó dulce pero firmemente de él. Abrió el grifo y sacando un pañuelo de encaje de su bolsillo, lo mojó y con toda la ternura de la que poseía me limpió delicadamente la cara.
- Nicolas, mi querido violinista, ¿qué voy a hacer contigo?- dijo sonriéndome mientras se sentaba en la tapa del WC y me abría sus brazos.
- Mi Lelio.- fue lo único que pude susurrar antes de sentarme en su regazo y abrazarme a él.
Noté como Lestat sonreía y comenzó a acunarme a la vez que me acariciaba los rizos.
- Perdoname, Nicolas, te pido perdón por todo el dolor que te he infringido sin darme cuenta.- empezó a decir. Trate de cortarle, pero me acalló con un siseo antes de proseguir.- He sido un egoísta, un necio y un hipócrita al no darme cuenta de ello.
Levanté la cara y me fundí en esos ojos azules que tanto amaba y había añorado durante tanto tiempo que me volvieran a mirar así.
Lestat unió sus labios a los mios y volvimos a besarnos como antaño.
Salimos del baño cogidos de la mano, y tras esperar un poco a que Lestat le dijera unas cosas a Louis, este me dio un ligero beso antes de que mi matalobos y yo nos fuéramos a los asientos reservados del final, donde, a pesar de todavía faltaba una hora para el amanecer, me quedé dormido en sus brazos acunado por su canto.

Siguiendo a los Perdidos...