jueves, 28 de octubre de 2010

Belleza

Tan fria pero tan pasional. Mientras estas durmiendo te contemplo.
Contemplo tu largo cabello, como una cascada cayendo desde tu cabeza , en la que me bañaría durante toda la existencia.

Eres mi regalo del "cielo" y cuanto más tiempo pasa, más te amo. No podría volver a dejar que te fueras de mi otra vez, la sola idea de pensarlo hace que me den ganas de exponerme al sol del mediodía. Seguramente piense esto porque te vea dormida. Si te lo dijera me lo reprocharías con una serie de razones por las cuales no puedo cerrarme en tu belleza y me echarías en cara que yo, Marius, el gran teatro de la razón; te ha divinizado.

Si estuvieras así de dormida el resto de nuestra eternidad yo seguiría contemplándote y visto desde afuera, pareceriamos un cuento de hadas, terminaríamos tan quietos los dos que nadie sería capaz de movernos.
Tú para que te contemplen: Con tu fuerza saliendo de tu cuerpo aun cuando parece que te vas a romper como una muñeca de porcelana, cuando pareces tan débil.
Yo, para contemplarte eternamente en un frio, blanco y quieto gesto de contemplación .
Y así como dos amantes eternos que nunca pueden llegar a tocarse y anhelan el beso final, el cual nunca llegará.
Pero ni tú ni yo podemos quedarnos asi eternamente, no somos como los padres divinos.

Paseos.

No se si por un momento has pensado en alguien aparte de en ti.Estoy segura de que si te replantearas algunas cosas te convertirías en una buena persona, en alguien comprensivo y amante. En ese alguien de quien me enamoré.

Intenté vivir esta experiencia contigo, otra vez. Y no estoy segura de que te haya servido para mucho. Sigues siendo así, aburrido, hundido entre tus libros y tus tonterías. El no hacer nada me vuelve pasiva y sabes más que nadie que odio esa pasividad. Hay mucho mundo que ver y no quiero esperarte. Sin embargo, algo dentro de mi me aseguró que serías de modo distinto, cambiarías y volverías a ser el que amé.

Paseamos juntos y bailamos juntos, hacíamos el amor casi cada día, entre besos escondidos y lágrimas. Dulces deleites de tu terciopelo, nuestros cabellos en las sábanas de algodón. Tu abrazo era tan reconfortante, tan increíble. Eras mi amante.
Te dejé espacio, tiempo libre, incluso a tus amantes cerca. Dejé tus sonrisas guardadas en un cajón y las miraba de vez en cuando. Pero me cansé de cuidar tu felicidad.
Cuando sólo deseaba un beso cariñoso, tus brazos rodeaban otra cintura que no era la mía; tus besos eran para otra que no soy yo. Y tus sonrisas las disfrutaba tu alumno predilecto.

Como toda la paciencia de un pueblo ante un tirano, así me sentía en esos momentos. Hasta la última vez, donde tu abrazo más profundo se recibió en nuestra habitación, nuestras almohadas, nuestra cama.
Te equivocas, como siempre. Equivocas tus costumbres con todo lo demás, con lo que yo tengo que soportar de ti. ¿Y que hay de mi? ¿En que parte de tu vida estoy yo?.

Ya es de noche, y aunque te odie sigues en mi cabeza. Es más, tus palabras seguirán aquí para siempre, escritas en mi diario. Sus líneas suaves y rectas guardaran estas palabras con cuidado.
La gente se detiene para mirarme, algún extraño se sienta junto a mi esperando que le de conversación. No entiendo esas reacciones, es una ciudad muy grande, hay mucho más sitio que junto a mi. La desesperación por encontrar una hembra en celo les hace ignorar incluso su propio instinto de supervivencia, ese que les avisa de que están al lado de un animal salvaje y que deberían correr. Que otra cosa puedo hacer sino sonreír. Igual que lo hago contigo.

Siguiendo a los Perdidos...