sábado, 23 de mayo de 2009

Guerra y Paz

Debido a tu inmensa paciencia. Volvimos a gritarnos al oido. Te recostaste a mi lado, como si yo te importase algo, con demasiada seguridad para mi gusto y de esa manera que me hace odiarte.
Me rodeaste entre tus brazos como si quisieses tranquilizarme. Habia destrozado todo, sus cuadros, sus letras, sus cuadernos, hasta sus malditos deberes.
No quería más de él, ni él quería de mi.

- Es solo un niño.

- Cállate Marius. Quiero dormir. ¿No vas a respetar ni siquiera mi lecho? - El fingió que le impresionaba, pero realmente era una respuesta que hacía años que no escuchaba, nada de ese estilo salía de mi boca, y ni de pasada volvería a escuchar.

- Quería darte una explicación.

- Le quieres. Le amas. - No, no era una pregunta, era una afirmación que me rodeaba la memoria, y de la que no estaba segura poder alejarme algún día.

- Y a ti. - Eso me hirió aún más. Cuanto más amor tenía por dar, y cuanto me daría a mi, cual era la forma de repartir que él tenía tan en mente. No entendía a que se referia con esa frase, pero no era nada que me gustara. - No llores, por favor.

Tenía que salir de alli. Me zafé de él, como pude, me apretaba tan fuerte que incluso pensé en rendirme y no salir. La casa estaba a oscuras cuando me encontré en el pasillo, todas las persianas correctamente bajadas, ni un halo de luz, ni el más minimo rayo o sombra proyectada. Nada.

Entonces me di cuenta de que alguien estaba en el salón, de que sonaba una música de fondo. Y agradecí que no fuera la Apassionata de nuevo, comenzaba a estar harta de ella.
Parecía una película.

Cuando entré con los brazos cruzados, parecía una madre enfurruñada, el pelo suelto como me gustaba, y el camisón de algodón blanco arrastrando; el grupo congregado junto al televisor ni me miró. Lloraban. Era increible. Amadeo y Sybelle se abrazaban como dos muñecos rotos, llenos de sangre de sus propios llantos. Lestat no estaba muy segura de como se encontraba, estaba recogido en el sofá como si meditara una complicada teoría matemática.

- ¿Que está pasando? - pregunté ya un tanto preocupada - A que tanta atención.
Amadeo levantó la cabeza, me miró con sus ojitos brillantes, y se limpió las lágrimas con el pañuelo, apenas podía hablar. Sentí lástima. Aquel niño, mejor dicho: Aquel hombre, hace un momento estaba apunto de hablar improperios varios, de mandarle solo a algún desierto a freirse ante el dios Sol...Me estaba mirando, de esa manera, como miraba a los demás. Sentí que nunca habia sido del todo de su agrado, pero ahora era diferente.
Su voz sonó lastimera.

- La sirenita, se siente encerrada en su hogar, y decide salir en busca de aventuras. Se enamora y luego...y luego...

- Luego viene una bruja, una bruja loca, hace locuras, y...la mata. - Completó Lestat.

- ¡No la mata, bestia! - gritó Sybelle. Sorprendentemente no era Lestat el que había alzado la voz, y de mi boca no salio un aviso para bajar el tono de esta. Una sirena asesinada, es todo lo que entendí. - La bruja le quita la voz a cambio de darle un cuerpo humano y poder vivir con su amor. Es una historia preciosa.

- Es un cuento - afirmé sin darle importancia. Por primera vez en mi vida noté la inseguridad de Lestat, se recolocó en su asiento y habló. Le ví ofendido, a pesar de que no había dicho nada para propiciarlo.

- Dime. Si viniera alguien y te dijera que podrias volver a ser mortal. A morir. A vivir. ¿No donarias tu voz, tu nombre, tus palabras, tu extraordinaria retórica? ¿Serías tan fria como me pareces ahora?
Parpadee un par de veces y miré alrededor desconcertada. Louis estaba sentado leyendo, alejado de todo este bullicio fílmico; no habia reparado en él, también parecía triste, aunque realmente nunca fue feliz del todo, pensaba.

Volví a repetir en mi mente las palabras que habia dicho Lestat, me recordaron más a un discurso típico de Marius, me asusté, al menos en parte, pero no quise llorar. Sybelle se levantó y me acogió entre sus brazos delicadamente, me condujo al sofá y me sentó entre ella y Amadeo. Estaba algo indignada, todo eso habia dolido, muy profundamente, y sabía que en esta casa nada se podía ocultar, vivíamos demasiado juntos, demasiada gente en tan poco espacio y mis palabras también se escuchaban a borbotones alrededor de los muros.

- ¿Desde cuando haces caso de nuestras tonterias? - preguntó Lestat ahora más tranquilo y más...él.

- No hago caso - mentí.

- Entonces vuelve a poner la canción Syby. Ahora quiero interpretarla.

- ¡Lestat!

- Ha dicho que no ha hecho caso.

- Discúlpate.

- No tiene disculparse por una verdad. - Hacía un rato que miraba la mesilla que estaba delante mía. Recordé porque la habia comprado y los problemas que trajo, recordé tambien que Marius y yo ese día nos enfadamos decididamente. Recordé tambien quien estaba a mi lado tomándome la mano mientras el rubio romano razonaba los colores caoba y cerezo.
Amadeo me sonreía. Yo habia sido muy cruel, ahora me sentía culpable.

- Lo siento, Andrei. Armand...Amadeo....No se...

- No importa. Ya esta bien - Miró a Sybelle y ésta volvió a poner la película, él me tomó de las manos, acercó su cabeza a la mia y me susurró al oido - Tus celos son infundados, déjale que haga lo que le plaza, tu harás lo mismo, y todos estaremos más tranquilos. Sobretodo tú.

Era imposible que Marius pudiera escuchar nada con los berridos de Lestat.

- No, realmente no me importa esto, cuando nos convirtieron en lo que somos confiamos en que nuestra moral sería diferente, y en que términos vulgares desaparecerían. Aqui no existe un matrimonio, una unión o una relacion de dos, tres o cinco personas. No se cuando llegaré a comprender que realmente nos ama a todos y a si mismo de igual manera.

- Algo así le escuche un día. Tus palabras le calan hondo, todo lo que dices le hace llorar como un niño, es algo decepcionante verle asi; pero cada uno de nosotros tiene una relación diferente con él. Quieras o no, él te ha elegido como esposa, en términos occidentales.

- Las esposas no se eligen. Es una verdad que se quedó en su amada Roma.

- Supongo, ahora mismo no te se decir. Lo único que quiero es no tener tu rencor.

- No lo tendrás más. Ahora me considero libre de él.



*


Ya se Petit que te tocaba a ti. Pero no pude reprimirme y tuve que escribirlo *o*
Te dedico como Pandora a Amadeo, las palabras más hermosas que haya escritas.

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Siguiendo a los Perdidos...